Un monstruo del pasado
Los mares de nuestro planeta son el hogar de millones de especies animales de las cuales cada día aprendemos algo nuevo. Solo una pequeña parte de las que allí habitan han sido clasificadas por la zoología y muchas más esperan a ser descubiertas. Algunas de estas criaturas misteriosas tal vez ya se han cruzado en el camino del ser humano, pero muy pocos han tenido el aterrador privilegio de conocerlas.
Estos encuentros han generado mitos y leyendas que se encuentran repartidos por todo el océano. En Sumatra por ejemplo, existe una leyenda sobre un monstruo marino llamado Aspidochelone que en griego significa tortuga serpiente y también es conocido como el padre de todas las tortugas. Se describe como un quelónido gigante de grandes ojos, boca ancha sin dientes, un cuello alargado y un enorme caparazón redondeado con una cresta aserrada.
Cuando sale a la superficie emite un fuerte silbido que advierte a los marineros de su presencia. Existen múltiples relatos sobre esta y otras criaturas similares que datan incluso del siglo XV. La gran pregunta es si lo que vieron todas estas personas fue real y que esto podría demostrar que una especie desconocida de tortuga gigante estaría merodeando por nuestro planeta.
Uno de los primeros relatos sobre tortugas gigantes viene del navegante genovés Cristóbal Colón, el cual realizó un total de cuatro viajes a lo que hoy se conoce como América. Su segundo viaje comenzó en 1493 y terminó en 1496. Durante este recorrido, en septiembre de 1494, Colón y su tripulación se encontraban navegando las costas de la República Dominicana.
Allí fueron testigos de la aparición de una gigantesca bestia marina protegida por un enorme caparazón. Esto fue en el libro Los cuatro viajes de Cristóbal Colón, escrito por J.M. Cohen en 1969, quien recopiló partes de la bitácora, cartas y demás narraciones del mismo Cristóbal Colón y su hijo Hernando Colón, además de otras personas que participaron en sus viajes. En uno de los capítulos del libro, decían sobre este acontecimiento lo siguiente.
Mientras continuaban su viaje, el almirante Cristóbal Colón y sus hombres vieron un pez en el mar tan grande como una ballena. Tenía un gran caparazón en la espalda, como el de una tortuga, y mantenía su cabeza, que era el tamaño de un barril, fuera del agua. Tenía una cola como la de un atún, muy larga con una gran aleta a cada lado.
Por la presencia de este pez y por otras señales, juzgó el almirante que el tiempo iba a cambiar y comenzó a buscar puerto donde refugiarse. Los avistamientos de tortugas gigantes nos llevan ahora al siglo XIX, exactamente al año de 1883. La Goleta Annie L. Hall se encontraba navegando el océano Atlántico Norte cuando vieron a lo lejos lo que parecía ser un gran barco volcado.
La Goleta y sus tripulantes fueron directos hacia el objeto con el fin de ver si había sobrevivientes y prestarles la ayuda necesaria, pero se llevaron una gran sorpresa al ver que no era un barco, sino una tortuga gigante. La historia fue publicada en la revista Scientific America, volumen 48, de 1883, con el título de Una Tortuga Gigante. El artículo decía lo siguiente.
El capitán Augustus G. Hall y la tripulación de la Goleta Annie L. Hall dan fe de lo siguiente. El 30 de marzo, estando en el Grand Banque en la latitud 40°10', longitud 33°, describieron una inmensa tortuga viva que al principio se pensó era un buque 535 de abajo hacia arriba. La Goleta pasó a 7 metros del monstruo y los que estaban a bordo tuvieron amplia oportunidad de estimar sus dimensiones comparándolas con la longitud de la Goleta.
La tortuga medía al menos 12 metros de largo, 9 metros de ancho y 9 metros desde el vértice de la espalda hasta la parte inferior del caparazón. Las aletas tenían 6 metros de largo. No se consideró conveniente intentar su captura.
En el siglo XX ocurrieron varios avistamientos de tortugas gigantes. Uno de ellos fue registrado por el diario New York Herald Tribute el 8 de junio de 1956. La noticia se titulaba Nave reporta una tortuga marina gigante.
El artículo narraba que el vapor de carga, Rapsody, se encontraba navegando en medio de las costas del sur de Nueva Escocia. Sus tripulantes quedaron sorprendidos cuando junto a la embarcación pasó nadando una gigantesca tortuga de aproximadamente 13 metros de largo. Calcularon que sus aletas medían unos 4 metros cada una y su caparazón era de color blanco.
Después de adelantar el barco, la criatura desapareció en el océano. Se considera que uno de los casos más importantes relacionados a encuentros con tortugas marinas desconocidas y que además despertó un gran interés científico ocurrió el 13 de septiembre del año 1959. El pescador de tiburones Tex Heddes y el ingeniero James Gavin se encontraban pescando en las costas de la isla de Zoe, en las ébridas interiores de Escocia.
Repentinamente, sus ojos vieron algo que para ellos era una criatura imposible. A unos 20 metros de su embarcación había aparecido la cabeza y la espalda de un gigantesco animal de color oscuro. Sacaba regularmente su cabeza del agua y cuando abría la boca se escuchaba un extraño silbido producto de su respiración.
Pudieron apreciar a la criatura por alrededor de 5 minutos, lo que les dio la oportunidad de fijarse en una gran cantidad de detalles morfológicos. El ser finalmente nadó mar adentro y se sumergió, desapareciendo sin dejar rastro. Tras este encuentro, Tex Heddes quedó completamente intrigado sobre el origen de este animal, que lo más parecido con lo que lo podría comparar era una tortuga gigante.
Por tal motivo, contactó al zoólogo Maurice Burton, quien trabajaba en ese momento para el Museo Británico de Londres. Al recibir el reporte de Heddes y Gavin, Burton pensó que la criatura podría tratarse a algún reptil iguánido desconocido y no de una tortuga. Sin embargo, el Dr. J. H. Fraser, del Laboratorio Marino de Torrey en Aberdeen, Escocia, se inclinaba más por la teoría de que fuera una tortuga.
Varios diarios publicaron la historia y por muchos años se generó un gran debate alrededor de este caso. Un estudio detallado de este incidente se presentó en la revista Biaufortia del Museo de Zoología de la Universidad de Ámsterdam el 17 de mayo de 1968 y escrito por el zoológico holandés Leo Daniel Bronskersma. El artículo se llamaba La bestia de Soay.
¿Se trataba solamente de una inmensa tortuga o era otra cosa?
Allí se incluye una gran cantidad de información, como los relatos de los testigos. Tex Heddes dijo sobre el encuentro lo siguiente. Observé una gran forma negra en la superficie del agua hacia la costa de Skye, probablemente a 3.2 kilómetros de donde estábamos pescando.
Cuando el objeto parecía estar echando vapor hacia nosotros, ambos nos levantamos para tener una mejor vista. Miramos con asombro cómo el objeto venía hacia nosotros, porque esta bestia que avanzaba lentamente en nuestra dirección, era como un monstruo infernal de tiempos prehistóricos. La cabeza era definitivamente un reptil de unos 60 centímetros de alto, con grandes ojos altones.
No había órganos nasales visibles, pero una gran herida roja en forma de boca parecía cortar la cabeza por la mitad y parecía tener labios distintos. La espalda de la criatura, que se elevó bruscamente hasta su punto más alto, de 1 metro y 20 del agua, descendió gradualmente hacia el extremo de popa. Yo diría que vimos 3 metros de la espalda en la línea de flotación.
Petrificados, nos quedamos de pie y observamos cómo se acercaba más y más, pero estuvo paralelo al bote, a una distancia de 20 metros. Parecía ajeno a nuestra presencia, a pesar de que constantemente tiraba la cabeza de un lado a otro, como si inspeccionara todo a su alrededor. Vista de perfil, la cabeza parecía ser bastante roma y mucho más oscura que el resto del cuerpo, que parecía tener escamas, y la parte superior de la espalda estaba coronada por una inmensa cresta, en forma de dientes de sierra.
Parecía respirar a través de su boca, que se abría y cerraba con gran regularidad, y una vez, cuando volvió la cabeza hacia nosotros, pude ver sus cavernosas fauces rojas. No puedo decir si tenía dientes o no, pero no vi ninguno. Fue cuando se alejaba nadando de nosotros, que pudimos ver que el cuerpo de la criatura, aunque de 1.5 metros de ancho en la línea de flotación, se elevó bruscamente hasta casi el filo de un cuchillo, en la parte superior de la espalda.
Observamos a esta criatura mientras venía hacia nosotros, nos pasó y siguió su camino hacia el extremo norte de Cana, durante más de una hora, y todavía no tengo idea de qué era. Conozco al minch, también como a la mayoría de los hombres, porque he pescado en estas aguas durante muchos años, en la red del anillo, pescando langostas y arcoñando a los grandes tiburones peregrinos, y la criatura que vimos ese día, es completamente nueva para mi experiencia. Estoy convencido de que no pudo ser otra cosa que el primo segundo de algún monstruo prehistórico.
No puedo recordar exactamente qué tan cerca estaba cuando escuché la respiración, pero ciertamente pude escucharla antes de que definitivamente pudiera haber dicho que el objeto estaba vivo. No estaba haciendo mucha velocidad, tal vez 3 o 4 nudos. Arqueó el cuello y puso tranquilamente la cabeza debajo de la superficie.
La cabeza desapareció por completo antes de que hubiera algún movimiento apreciable del cuerpo, que se deslizó debajo de la superficie como una foca, en cuestión de segundos. La cabeza volvería a romper la superficie y quedar limpia, fuera del agua, antes de que reapareciera el cuerpo. Durante una de sus inmersiones, vimos claramente una pieza grande y más oscura, que sobresalía hacia atrás, ya sea que se tratara de algún tipo de aleta, ya sea una aleta o un pie, su suposición es tan buena como la mía.
A intervalos, la cabeza y el cuello avanzaban y se sumergían, luego volvían a emerger. La boca abierta se abría, dando la impresión de un gran melón, al que se le han quitado un cuarto, y había una serie de silbidos rugientes muy fuertes, mientras respiraba. Después de unos 5 minutos, la bestia se sumergió con un movimiento de inmersión hacia adelante, me pareció ver que algo seguía el cuerpo hacia abajo.
Más tarde, resurgió aproximadamente a un cuarto de millamar adentro, y lo observé hasta que desapareció en la distancia. He oído que los tripulantes de dos barcos de pesca de langostas, que han pescado al norte de Majaic, también han visto a este animal, para su consternación. El zoologo Maurice Burton sospechaba de un réptil iguánido desconocido.
Actualmente existe la iguana marina, de nombre científico, Amblyrhynchus cristatus, es endémica de las islas Galápagos, y puede llegar a medir 2.3 metros de largo. Además, tiene una cresta que recorre todo su cuerpo, desde la cabeza, pasando por su lomo, y terminando en la cola. Tal vez si existiera una especie desconocida de iguana marina, mucho más grande, podría encajar con la descripción dada por los testigos.
Aún así, estos fueron enfáticos en que la criatura tenía una especie de caparazón, característica de la cual las iguanas marinas carecen. En cuanto al Dr. J. H. Fraser, desde que leyó el reporte de los testigos, dijo que podría tratarse de una tortuga coriacea, llamada también Tortuga laud, de nombre científico, Dermochelis coriacea. Puede llegar a medir 2.3 metros de largo y pesar hasta 900 kilos.
Solo su caparazón mide 2 metros. Es la tortuga actual más grande conocida, se encuentra en casi todos los océanos del mundo y desde 1956 se ha informado de su presencia en aguas británicas, irlandesas y noruegas. Justamente en 1959 se lograron capturar un total de 4 especímenes entre aguas irlandesas y escocesas.
Pese a estas explicaciones, algunos criptózólogos no están convencidos de que fuera una tortuga laud y no descartan que se trate justamente de una especie o incluso una población sobreviviente de la tortuga prehistórica llamada Archelon ischiros. Vivió durante el periodo cretácico, hace unos 65 millones de años. Podía medir hasta 5 metros de largo y pesar más de 2 toneladas.
Sus fósiles fueron descubiertos por primera vez en 1895 en Dakota del Sur, Estados Unidos. Las tortugas marinas gigantes son otro de los grandes misterios de la criptozoología. Estaremos ante un error en la identificación de un animal o realmente podría tratarse de una especie completamente nueva, tal vez animales sobrevivientes de tiempos prehistóricos.
Lo único cierto es que el océano aún esconde una gran cantidad de criaturas extrañas y tal vez algún día se logre descubrir la verdad sobre estas bestias fantásticas. ¿Estará la humanidad preparada para convivir con estos seres?
La Bestia de Soay