Si ella no tenía una boda feliz, nadie la tendría…
Dicen que este vestido tiene poderes que van más allá de lo sugestivo y que a día de hoy nadie se atreva siquiera a tocarlo porque quien lo vestía, cosa que su primera dueña no pudo hacer, sus días en este mundo terminan.
Perteneció a Anna Baker, una joven de alta sociedad estadounidense del siglo XIX era hija de un comerciante de hierro que había hecho fortuna, así que la familia Baker presumía de su estatus. Sin embargo, Anne se enamoró de un chico cuya familia estaba lejos de aquellos círculos de poder industrial y antes de que ambos pudieran casarse, los padres de ella interfirieron en la relación.
El padre de la muchacha, Elias Baker, logró que despidieran al joven de su trabajo y lo desterraran de la ciudad. Anne quedó devastada con la noticia y condenada a vivir en una vida de soltería pues después de que alejaran por la fuerza a su novio, prometió que nunca volvería a casarse. Promesa que cumplió con creces, pues vivió en amargura soltería hasta el día de su muerte.
Y es aquí donde la parte aterradora comienza. Después de la muerte de Anne, su vestido de novia fue a parar a manos de Elizabeth Dysart, otra mujer rica que llevó el vestido en su lugar cuando contrajo matrimonio. Desgraciadamente, la pobre Elizabeth vivió pocos días después de eso.
La encontraron en su cama con signos de estrangulamiento en su cuello. Se intentó culpar a sus criados y marido, pero las pruebas no respaldaban esa acusación. Posteriormente, el vestido pasó por las manos de dos aristócratas más.
Una de ellas fue descubierta sin vida en su recámara con el vestido a un puesto. Tenía marcas de manos en su cuello. La otra, una mujer llamada Misela, murió durante una noche, mientras los criados escuchaban sus gritos, pero no pudieron entrar pues Misela había cerrado con llave su recámara.
El vestido de Anne Baker hoy se encuentra en un museo
Desde ese momento, el estigma maldito del vestido y su poder era incuestionable. Pasó por varias manos más ansiosas por poseer el vestido encantado. Ninguna de ellas se lo probó, pero afirmaban que la prenda parecía moverse durante las noches desde la vitrina donde lo custodiaban.
Como si fuera parte de su destino, el vestido de Anne regresó a la mansión de los Baker, y con las décadas, cuando ya nadie soportaba tenerla entre sus pertenencias, terminó convertida en una pieza de museo.
El vestido maldito
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